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Por qué digo que no a los paneles de solo hombres


Por qué digo que no a los paneles de solo hombres

Como alguien que trabaja en desarrollo internacional, a menudo participo en debates sobre igualdad de género. Lamentamos que haya muy poca participación de mujeres emprendedoras, clientes de bancos, líderes políticos y directoras ejecutivas. Hablamos de la importancia de incluir las voces femeninas y tener mujeres en roles de liderazgo

 

Y sin embargo, cuando las conferencias de desarrollo se llevan a cabo, es sorprendente cómo pocas mujeres son invitadas a hablar.

En el último año, he hablado en 22 conferencias en 11 países. Eso se suma a 296 paneles de dos o más personas, además de 226 presentaciones y discursos de inauguración y cierre, para un total de 1.905 ponentes. Lamentablemente, sólo 390 – o 20 por ciento – de esos ponentes eran mujeres. Siete conferencias tenían cuatro o menos mujeres panelistas. Y en una de las conferencias no había ni una sola mujer en el escenario.

El veinte por ciento es aún peor que las estadísticas que nosotros en la comunidad de desarrollo lamentamos. En América Latina y el Caribe, donde el Banco Interamericano de Desarrollo hace su trabajo, las mujeres representan el 23 por ciento de altos directivos del sector privado y el 25 por ciento de los legisladores. Los estudios han demostrado que la brecha de género en los países repercute negativamente en la productividad y en el PIB.

Para ayudar a cerrar la brecha, tenemos que practicar lo que predicamos, en lugar de replicar “la cultura del machismo” de América Latina, como lo expresó recientemente el Economist. Dándole el micrófono a más mujeres, habrá más oportunidades para que ellas puedan lograr visibilidad y avanzar a posiciones de liderazgo. Y sus avances deben ayudar a impulsar un círculo virtuoso, que influya en las políticas y en las decisiones que generan una red de mujeres líderes para futuros paneles.

Han pasado cinco meses desde la última vez que estuve en un panel de solo hombres, y me he comprometido a que nunca vuelva a ocurrir. Cuando los organizadores de las conferencias llaman, ahora pregunto quién más estará hablando y digo que no me voy a comprometer hasta que al menos una mujer confirme.

La defensa más común que escucho de los organizadores: Queremos tener los mejores expertos y ejecutivos, y todos los mejores expertos y ejecutivos son hombres.

Así que he empezado una base de datos para responder a esta falsa sensación de certeza. Cuando asisto a reuniones o a viajes de trabajo, traigo de vuelta las tarjetas de presentación y compilo información de contacto de las mujeres exitosas que conocí. Mis colegas saben de mi iniciativa y están en sintonía para compartir contactos, especialmente en campos como la financiación de proyectos, mercados de capital y energías renovables, donde las mujeres tienen tradicionalmente poca representación. Esto no es un gesto simbólico para la igualdad de género. Supone ser un testimonio de que hay muchas mujeres reflexivas y de alto rendimiento que trabajan en el desarrollo y en finanzas internacionales – y que son ponentes cautivadoras.

Entre las que están en la base de datos, que son más de 350 nombres hasta el momento, está Romaine Seguin, presidente de UPS International, Américas. Compartí con ella un panel en Toronto sobre cómo hacer negocios en las Américas. El resto de nosotros eran hombres. Y ella brilló más que nosotros. Ella sabía su material al detalle y hablaba de manera desenvuelta, sin notas, sin apartar los ojos de la audiencia. Fue la única entre nosotros que ganó un fuerte y espontáneo aplauso.

Otras oradoras que recomiendo son a Maureen Hayden-Cater, directora ejecutiva de First Global Bank en Jamaica; a Giselle de Tejeira, directora financiera de La Hipotecaria en Panamá; y a Inez Murray, directora ejecutiva de Global Banking Alliance for Women, con sede en los Estados Unidos. También he invitado a varias a participar en una serie de conferencias que mi oficina patrocina y promueve.

No estoy solo en esta misión, y el problema no se limita a los círculos internacionales de desarrollo. Rebecca Rosen del Atlántico sugirió hace dos años que los panelistas deben negarse a participar en todos los paneles de solo hombres en las conferencias de tecnología. Tamara Cofman Wittes y Marc Lynch escribieron en The Washington Post en enero acerca de la ausencia de mujeres en los acontecimientos políticos del Medio Oriente en Washington, DC. Y Owen Barder en London School of Economics ha estado reclutando hombres para firmar un compromiso: “En una conferencia pública no voy a formar parte de un grupo de dos o más personas a menos que haya una mujer en el panel, sin incluir al moderador”.

Como dijo David Rothkopf, quien firmó el compromiso de Barder, humildemente: “Lo que yo hago no importa. Pero como decidan actuar las reuniones mundiales de alto perfil como el Foro Económico Mundial, si”.

Me hago eco de ese sentimiento. Si mis colegas hombres y yo seguimos participando en paneles de solo hombres, vamos a seguir haciendo a nosotros mismos y nuestro campo un daño. La tradición pasada de pensamiento en grupo no ha logrado resolver nuestros mayores desafíos de desarrollo. La incorporación de perspectivas más diversas, incluyendo las perspectivas de las mujeres, ofrece la mejor oportunidad de idear enfoques nuevos y más eficaces. Y realmente podemos empezar a abordar la desigualdad de género que tanto profesamos que nos importa.

Escrito por

Hans Schulz

Hans Schulz es asesor independiente de inversiones sostenibles emergentes. Previamente, se desempeñó como vicepresidente interino del Sector Privado y

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